LIC. JAVIER CARAMIA
(Extracto )
Las narraciones como estrategia didáctica son
herramientas para introducir conceptos, pero, principalmente, para generar un red de significados sobre
los cuales apoyar luego el trabajo pedagógico. Porque, además de la "foto" existe también la "película". La foto sería la narración producida en una clase
concreta. Esa pequeña foto de hoy se va entretejiendo en una película que la
potencia aún más; se va alimentando de otras historias y narraciones que
compartamos con los alumnos –o ellos con nosotros- y los personajes aparecerán
en diversos momentos de nuestra clase. En cierto sentido, cobrarán vida:
existirá un Rey Descuidado que olvida todo, el Dr. Copiowski andará por los
pupitres de nuestros alumnos, así como el Rey de Lata o el Rey Fanfarrón,
haremos menciones a Aquiles, nos emocionaremos con la hazaña del Peón Solitario
y con La venganza de los caballos de la reina. Eso es vivir en historias.
Podemos darle sentido, contárselas a otros, recordarlas con una imagen,
identificarnos con alguna de ellas o con algún personaje, reescribirlas; en
fin, habitar en ese mundo socialmente construido en nuestra aula.
Es factible seguir argumentando a favor de la
narración. Por ejemplo, cómo puede ser aprovechada en la escuela por otros
docentes, cómo ayudar partiendo concretamente desde el ajedrez a algún niño
para poder integrarse en uno de los mundos posibles –según la expresión de
Bruner- al que tal vez no podría acceder desde otra puerta, por razones tan
diversas que no nos obligan a decir que el ajedrez lo puede todo. Más bien, nos
invitan a pensar en la necesidad de disponer la mayor cantidad de puertas
posibles, para que cada quien encuentre la suya. El ajedrez escolar será una de
ellas. ¿Por cuál o cuáles puertas hemos hecho nuestro ingreso al mundo? ¿Cuál
fue la que mantuvo el encantamiento para sostener ese tránsito, con frecuencia
hostil, de la seguridad de la infancia al mundo adulto?
El conocimiento es una construcción social y, por lo
tanto, los significados que se comparten culturalmente son aquellos que
permitirían mejor esa construcción. Lo valioso del ajedrez es, además, la
riqueza simbólica de sus formas, la posibilidad de interpretar y cargar de
sentido de maneras distintas y válidas, tanto al juego, como lo que está
alrededor del ajedrez. Simplemente, las historias que siguen, serían muy
difíciles de pensar referidas al juego de damas, por ejemplo.
Ejemplo:
I. La
Historia del Rey Olvidadizo y Descuidado
Este cuento tiene
por objetivo introducir el tema de la llamada Diagonal de la muerte. He ahí el “esqueleto”, el contenido
ajedrecístico en su forma más básica. Simplemente se podría indicar que las
diagonales e1-h4 y e8-h5 son débiles y no hay que
descuidarlas. Tampoco ayuda mucho el nombre: la muerte y la escuela no son tan
amigas. El guión narrativo que propongo –y que he utilizado en numerosas y
diversas situaciones- debe ser “completado” en clase de acuerdo a la situación
concreta. Por otra parte, como está destinado a niños más bien de los grados
más chicos, es bueno “interpretar” en el sentido de actuar, y “narrar” la
historia y no simplemente “leerla”.
«Había
una vez un rey muy despistado. Siempre se lo veía pensativo, buscando por todos
lados las cosas que había olvidado. Una vez se olvidó la corona de rey en la
clase de ajedrez y tuvo que volver, pero esta vez dejó su bastón de mando. Como
se olvidaba hasta el nombre, algunos lo llamaban Don Olvido.
Aunque
parece muy divertido, él era Rey de ajedrez y cada vez que jugaban sus piezas
se ponían nerviosas y tenían que ayudarlo a desarrollar la partida, mientras
las piezas contrarias no paraban de reírse. Para que no tengan dudas voy a
contarles sus partidas.
En
la primera iba con blancas: llegó y se sentó ¡en el lugar de la reina!
—¡Pero,
te olvidaste otra vez! La reina blanca va en la casilla blanca, ¡Correte!
Todo
el tablero estaba preparado, pero las blancas no hacían su primera jugada.
Hasta que el peón de f2 se dio cuenta
y le dijo al Rey.
—Disculpe,
Su Majestad, me parece que se olvidó que movemos primero.
—¡Ah,
cierto! Bueno, ya que te acordaste, movete, pero un pasito, nada más.
El
peón avanzó de f2 a f3 y las negras
contestaron con su peón de e7 a e5.
Pasaba
nuevamente el tiempo: cinco minutos. Todos creían que el estaba pensando su
movida, pero otros cinco minutos bastaron para que el rey de las negras le
dijera:
—¿Va
a tardar mucho más o puedo comenzar a leer un libro de cuentos?
—¿Ya
me toca de vuelta? Bueno, a ver...move vos, hasta g4— le dijo al peón de g2.
Se
oyó un ligero murmullo en las filas negras. El rey de las blancas, fiel a su
nombre, había descuidado la diagonal e1—h4. El rey de las negras le dijo a su
reina:
—¿Por
qué no vas a h4 a hacerle una visita a
nuestro amigo y le recordás que es su turno?
La
reina hizo su jugada hasta h4 y,
como un saludo le gritó al rey blanco:
—¡Jaque!
—¡Jaque!
¿Jaque? Esa palabrita me recuerda algo, ¿Jaque? ¡Pero, no me acuerdo qué era!
El
alfil que estaba a su lado, mientras las piezas negras se reían, le contestó.
—¡Cómo
se olvida! Una palabra importante en ajedrez. Significa que lo están atacando.
—¿Atacando?
¿¿A mí?? ¡¡Pero, cómo se atreve!! Y le dice a la reina, Hacerme jaque a mí,
pero qué insolencia, eso está muy, muy mal. ¡Qué vergüenza!
—Bueno,
no es para tanto, para eso jugamos. Por qué no soluciona su problema.
—Sí,
claro, ya mismo—y le dice a su alfil—mové a f2 así me defendés.
—Con
mucho gusto lo haría, señor, pero yo no puedo mover de esa manera.
—Entonces,
usted, el del caballo, colóquese en g3 para protegerme.
—Lo
siento, pero las reglas de este juego me lo impiden.
El
rey, intentó apartar un peón de su casilla, para ocuparla él, le rogó a la
torre que capturara la reina, sin embargo esas jugadas no valían. Por lo que le
dijo a la reina:
—No
encuentro forma de solucionar este jaque.
—¡Por
supuesto! ¡Entonces ha perdido, le hice jaque mate!
Tiempo
después, jugó de nuevo con las blancas pero ya había tomado varias clases de
ajedrez para mejorar su juego y no cometer los mismos errores. Así, que cuando
le avisaron que tenía que mover, se recordaba a sí mismo, mientras pensaba su
jugada:
—El
profe me explicó que había una diagonal peligrosa. No tengo que desprotegerla,
esta vez no voy a equivocarme... Lo que no recuerdo bien es: ¿cuál era esa
diagonal? Qué mala suerte, qué muevo. A ver, a ver. Sí ya está. Mové vos, le
dice al peón de f2, hasta f4.
La
reina, que no hizo a tiempo a detenerlo le gritó:
—Pero
qué hiciste, abriste la diagonal más peligrosa del tablero. ¡Otra vez!
—Bueno,
pero no te enojes. Ahora me acordé, todavía tenemos tiempo.
Mientras
discuten, las negras juegan e7—e5.
—Mirá,
le dice el rey a la reina, ahora ponemos al soldado en g3 para cuidar esa
diagonal. ¿Ves? Ya solucioné el problema, soy un genio. (El peón mueve a g3.)
Las
negras capturan e5xf4 y el rey
blanco se enoja.
—¡Capturaron
a mi mejor soldado! Me las pagarán. Usted, el de g3, captúrelo. (gxf4)
El
peón blanco lo hace, y la reina blanca, casi con burla, le pregunta al rey:
—¿Te
acordás, "genio", para que habías puesto al soldado en g3?
—¿Yo?
Sí, claro. Esteee... no. ¿Para qué había sido?
—Yo
se lo voy a recordar, su alteza —grita, la reina negra, mientras se mueve en
diagonal hacia h4— era para que yo no pudiera venir hasta aquí. Lamento que se
le haya olvidado, pero, debo decirle, otra vez: ¡Jaque Mate!»
Algunas
veces, la narración termina aquí, en otras ocasiones –siempre considerando la
situación concreta- agrego el siguiente final:
«El Rey no se desanimó: tomó
nuevamente clases, le explicaron una y otra vez el peligro de la diagonal y le
aconsejaron que se pensara más cada jugada. Así, preparado, se presentó a
jugar. Pero, esta vez el problema fue otro: ¡le tocaron las piezas negras y el
cambio de perspectiva lo confundió! Ya no estaba seguro si la diagonal débil
era la de la izquierda o la de la derecha. Mientras tanto, las blancas jugaron 1.d4, y, sin estar del todo convencido,
el rey ordenó jugar 1…f5. Las
blancas continuaron con 2.Ag5
Entonces, recordó que debía pensar las amenazas del adversario y descubrió que
el alfil atacaba indirectamente a su reina e inmediatamente dispuso 2…h6 3.Ah4 y, por supuesto, ahora 3…g5 4.Ag3 f4 “Nadie ataca a mi reina”,
dijo exultante, “Alfil, serás capturado”. Pero, ante la respuesta 5.e3 de las blancas se percató, de
repente, de que éstas amenazaban “Dh5 mate”. ¡Otra vez la misma diagonal!
Estaba a tiempo, todavía, y se defendió con
5…h5. Contra 6.Ad3 ya estaba a punto de pedir que
capturaran al alfil, cuando volvió a sentirse desprotegido por la diagonal y
advirtió la amenaza 7.Ag6. No se le ocurrió mejor defensa que 6…Th6. (Ver diagrama) Suspiró aliviado,
creyendo haber resuelto, de una vez por todas, el problema. Su paz duró poco:
tras la inesperada jugada 7. Dxh5 Txh5
8.Ag6 mate. No se tienen nuevas noticias del rey, pero seguro que anda por
ahí, todavía jugando al ajedrez.»
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